viernes, 30 de enero de 2009

Lobengula en su laberinto

“Lo difícil no es subir, sino habiendo subido, seguir siendo el mismo” Jules Michelet.-

En el África meridional del siglo XIX, como en todo el resto del continente negro, la etapa colonial introdujo cambios dramáticos en el comportamiento de los medios de producción y la tenencia de la tierra.

En 1890 el súbdito británico Cecil John Rhodes obtuvo de Londres una lucrativa licencia real que le permitió explotar, comerciar y desarrollar, al amparo de un fuero especial, la tierra y los bienes situados al N. del Río Limpopo. La misión de marras fue emprendida en breve plazo por una inescrupulosa e innoble empresa de factura mercantilista, la British South Africa Co.

La Pioneer Column, punta de lanza de la corporación, partió en junio desde el Transvaal y de inmediato lanzó una despiadada campaña militar que sometió, sucesivamente, a shonas y ndebeles. En septiembre quedó finalmente establecida, en pleno corazón del Matabele, la capital y plaza fuerte de Salisbury.

Lobengula, por entonces rey de los ndebeles, suscribió de buena gana las concesiones de Rudd, en el entendido de que otorgaba su venia a los advenedizos para realizar trabajos de prospección dentro de sus dominios. Rodhes astutamente, y por el contrario, las interpretó para el porvenir como un tratado incondicional de adhesión.

La Pax Britannica empezó, desde su alegada instauración, a enfrentar innumerables e inenarrables escaramuzas. Y todo porque cuando llegó lo hizo acompañada de los odiosos patrones económicos, políticos y sociales propios de occidente.

Entre 1893 y 1896 los ejércitos ndebeles, reagrupados, proclamaron la primera guerra de liberación, chimurenga. La crueldad y la magnitud de la réplica británica les obligó a replegarse de manera permanente, a resguardo entre la breña y los roquedales de Los Matopos .

Rodhes, consciente de que su ambicioso proyecto de El Cabo al Cairo no podía progresar bajo semejante clima de agitación, decidió parlamentar, se internó personalmente en el reducto y empeñando su propia palabra le arrancó a los subversivos unas “condiciones” de paz que pronto fueron vulneradas.

El vencedor impuso su incontestable voluntad y, como no encontró oro, a seguidas promovió la explotación de las ingentes riquezas agrícolas. Entonces, la BSAC depuró y requisó grandes extensiones de tierra que luego fueron asignadas a los colonos blancos. Los nativos, expulsados sin compensación, fueron sistemáticamente reubicados en predios improductivos y densamente poblados.

Es decir que con el despuntar del siglo XX y a través del sistema de apartheid, la BSAC sentó las bases del estado dirigista que aun hoy conocemos en Zimbabwe. En lo adelante, los grupos autóctonos quedaron sometidos a una estricta política de segregación racial que fue automáticamente ratificada por las autoridades inglesas que en 1924 asumieron el control de la colonia. Como ejemplo basta citar la promulgación del Land Apportionment Act que en 1930 otorgó a los blancos el derecho exclusivo de propiedad sobre una gran mayoría de las tierras cultivables.

A continuación, el Reino Unido subdividió la colonia; el resultado arrojó una trinidad geográfica en la que figuraron Rhodesia del Norte, Rhodesia del Sur y Nyasalandia, territorios todos gobernados por europeos que en 1953 formaron de común acuerdo y al margen de la metrópoli, la Confederación Centroafricana: un modelo que en lo político perseguía el ayuntamiento de los colectivos blancos en zonas de preponderante mayoría negra. Posteriormente, en 1959, un levantamiento popular obligó a su disolución.

Queda en evidencia que desde mediados de siglo ya empezaba a prosperar entre los súbditos de color el germen de una lucha independentista que concitó el interés de algunas comunidades campesinas, grupos nacionalistas y sindicatos.

La inactividad y lasitud del Foreign Office, obligaron a Ian Smith, antiguo piloto de la RAF y veterano de la Segunda Guerra Mundial, colocado a la vanguardia del sector conservador, a declarar en 1965 la independencia unilateral de Rhodesia. Esta DUI obedeció a un patrón regional de segregación que se quería imponer con el apoyo de Sudáfrica y en contra de la voluntad de Londres. Para desgracia de Smith, la Revolución de los Claveles, ocurrida en Portugal en 1975, arrojó como resultado la emancipación de las antiguas colonias lusas en el continente africano. Con la instalación del Mozambique autónomo, el FRELIMO cortaba a la Rhodesia blanca su paso natural al Océano Indico.

“Aquella Rhodesia era una Inglaterra puritana en miniatura. Unos pocos, los blancos, casi todos de procedencia británica, representaban la cultura, controlaban toda la tierra cultivable, tenían a varios millones de rhodesianos para trabajar a precios ínfimos, conducían los coches y viajaban en primera en aquellos trenes construidos en Liverpool y cuyos vagones estaban catalogados en cuatro clases. Plantaciones de café, de maíz, frutas de todas clases, agua en abundancia. Era un pequeño paraíso en extinción como se demostraría después de los años ochenta a pesar de librar una larga guerra contra los movimientos nacionales autóctonos.” [1]

La independencia, ya consensuada, obtenida mediante los acuerdos de Lancaster House, impuso severas limitantes a las facultades del nuevo estado. Al basarse en una política de tolerancia y respeto del derecho de propiedad, los acuerdos de marras procuraban evitar la repatriación de capitales y la migración de los elementos productivos. El cuerpo mismo del texto evacuó una moratoria que impedía la expropiación, durante los diez años siguientes, de las heredades y latifundios en haber de los agricultores blancos. De su parte EEUU y el RU se comprometieron a aportar los fondos necesarios para dar inicio a un plan de reforma agraria. En aquellos aposentos londineneses se consintió en colocar en el poder y a la cabeza de la clase media negra, a Robert Mugabe, quien sustituyó a los blancos luego de otorgarles las garantías correspondientes.


Sin embargo, la cacareada reforma no ha logrado todavia conseguir sus objetivos y es aun tarea pendiente; sus ejecutorias han carecido de continuidad y ha sido emprendida, en todo momento, de manera irresponsable y oportunista.

Al mismo tiempo, las incursiones militares en los antiguos conflictos de Mozambique y la RD Congo han venido diezmando las finanzas gubernamentales. Además de que el colapso de la URSS colocó al antiguo freedom fighter en una precaria situación que lo obligó a reordenar su política económica y recurrir, a regañadientes, a los órganos crediticios multilaterales. “El sentimiento antieuropeo coexiste con la necesidad imperiosa de créditos provenientes tanto de organismos internacionales, como de países específicos.” [2]

Mugabe, presa de un estado de ilíquidez, desató sus demonios y permitió a sus milicianos invadir, ocupar y saquear los predios agrícolas propiedad de los granjeros blancos. La agitación provocó un peligroso estado de excepción que el gobierno utilizó para atacar al pricipal partido político de oposición, el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC).

Hoy sabemos que el gobierno se valió de “Hitler” Hunzvi y de sus “incontrolables” “héroes de la guerra de liberación” a modo de chivos expiatorios puesto que la mayoría de los ocupantes ilegales fueron posteriormente desalojados y las granjas entregadas a funcionarios del partido y del gobierno. Y es que en todas las ocasiones en que Mugabe ha rescatado el patrimonio nacional, lo ha hecho en provecho de su entourage o en el suyo propio. De su lado, el oficialista ZANU-PF, referente de la burguesía negra, ha demostrado hasta el hartazgo que aun conserva intactas las estructuras económicas y sociales propias del periodo colonial.

Mugabe, parapetado tras un discurso incendiario, demagógico y virulento, se empeña en solucionar sus problemas a la ligera, actuando al margen de toda legalidad. Como resultado de su gestión irresponsable, en Zimbabwe, hoy no hay trabajos, ni educación, ni salud, ni viviendas; solo corrupción, desesperanza, inflación, paro, déficit fiscal, peculado, nepotismo y una represión sistemática de la oposición y la prensa.

Los últimos procesos electorales sugieren que el país ha iniciado un lento, aunque irreversible, proceso de transformaciones y que tendrá, en el mediao plazo, que tomar decisiones ineludibles. La solución al problema de la tierra es la clave para la mejoría de la situación de los campesinos y para un sano desarrollo del país en una etapa post Mugabe.

El luchador de antaño, convertido en arlequín de turno y obnubilado por sus ínfulas, siempre se imaginó a sí mismo acomodado en el panteón de los grandes líderes africanos contemporáneos: Kenyatta, Mandela, Nkrumah, Nyerere y Sengor. Todos ellos, por sus actos e intachable trayectoria, reconocidos paradigmas del continente negro. Desgastado hasta la saciedad, este caudillo de feria, está mas bien condenado a desaparecer entre el olvido, la oscuridad y la ignominia.
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[1] Foix, Lluis. "De Rhodesia a Zimbabue" en La Vanguardia Digital 11 Abril, 2000.
[2] Ordoñez, Emilio. "La Democracia en Africa"

Datos Generales.-
  • Nombre oficial: Republic of Zimbabwe.
  • Poblacion: 12,382,920 habs.
  • Superficie: 390,580 Kilometros cuadrados.
  • Limites fronterizos: Al N. Zambia y Mozambique; Al S. Surafrica; al E. Mozambique; al O. Botswana.
  • Capital: Harare.
  • Composicion etnica: Sona 82%, ndebele 12%, asiaticos 1%, blancos 1%
  • Division politica: 8 Provincias: Manicaland, Mashonaland, Central, Mashonaland Este, Mashonaland Oeste, Masvingo, Matabeleland Norte, Matabeleland Sur, Midlands; y dos ciudades con estatuto provincial: Harare y Bulawayo.
  • Jefe de estado: Robert Gabriel Mugabe, Presidente.
  • Recursos naturales: Cromo, asbestos, oro, niquel, cobre, hierro, vanadio, litio, carbon y platino.
  • PIB anual per capita: US$500.00 (2007)

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